
Yo le dije que esas cosas que le molestaban eran algo normal, (aunque sería bueno no experimentarlas). A veces son cosas que, lejos de dañarnos, nos sirven, algo así como el jarabe que saber horrible pero que es el mejor para curarnos.
Miguel Ángel Cornejo, de quien no soy fan, diría que
“Se trata de la colegiatura que deben pagar los triunfadores” jajaja.
“Se trata de la colegiatura que deben pagar los triunfadores” jajaja.
La cuestión es que, en medio de mis palabras de alianza y aliento en contra del jarabe de mal sabor, también pronuncié la frase “Cada quien elige su cruz”. No pasó mucho tiempo y llegó mi turno de ocupar el diván. Yo le contaba de cómo me había ido y de la cosas que había dejado de hacer para dedicarme a otras. Los frutos de mi proeza tardaría mucho en llegar, no lo decía en forma de queja. Ya tenía contemplado que el beneficio sería mayor como para detenerse o preocuparse por esos inconvenientes. Yo no esperaba aliados, ni elogios, ni aplausos por mi estoicismo, ni nada por estilo.
Entonces me dijo algo que todavía no me deja de sorprender: “cada quien escoge su cruz”.
Parece que estaba esperando la mínima oportunidad para decírmelo. Detesto que me regresen lo que digo. No son frases célebres, mucho menos filosóficas, es más, ni son de mi autoría. No es la primera vez que lo hace y no es la única persona que lo hace. Yo detesto eso, no importa el contexto. No porque carezcan de razón sus palabras, sino porque habiendo otras con igual o mejor sentido, parece que no piensan y se tienen que fusilar las que digo apenas unos minutos antes.
Cuando eso pasa, es difícil contar hasta diez.
Pórtense bien,… y por favor me digan que me porte bien que me enfado.
3 comentarios:
Ni modo David, cada quién carga con su cruz. Jajaja, ¡es que tenías razón!
Mira
jaja es tienes razón, es "cada quién carga con su cruz" y no "cada quien escoge su cruz". Ya me parezco al Chapulín Colorado,,,, muchas gracias no contaba con tu astucia
Jaja, da igual: la eliges, la cargas...
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