martes, 20 de julio de 2010

Tumbas en el tiempo.

- ¿Me dejas hacerte una fotografía?
- Mmm, ¿Una foto mía? OK, pero ¿Para qué?

- Bueno, me gustaría tener algo tuyo.

- Me tienes a mí.

- Sí, pero... es que quiero recordarte, no sé, cuando ya no estemos juntos.

- Podrás recordarme cuando quieras, no te lo puedo impedir.


...Desde entonces me gusta memorizar los pedacitos de vida y convertirlos en eso que la gente llama
recuerdos. Memoricé sus manos, me encantó tocarla y hacer lo mismo con su rostro. Me encanta memorizar los aromas, los colores. Me gusta grabar todo y mezclarlo de manera perfecta en mi cabeza. Solo así puedo arrebatarle al tirano tiempo los pedazos que erosiona de mi vida para incorporarlos a su cauce.

No todas las personas merecen ser recordadas. A veces ese mérito es como el amor, uno no lo busca o al menos no lo elige. Al ser un fantasma social no me importa si lo merezco, lo único que sé es que no lo quiero. A lo mejor es un acto de egoísmo, pero de verdad que no quiero, al menos no en fotografías.


Las fotografías son tumbas en el tiempo con epitafios tácitos que no siempre son agradables, en ocasiones no deseables, hasta inoportunos (yo diría). Igual que las tumbas, se van llenando de moho, de tierra, se decolaran igual que los pensamientos y pierden sentido. No es lo mismo recordar a la persona inesperadamente, incluso por cualquier tontería, que recordarlo por sólo porque has tropezado con su tumba.




sábado, 17 de julio de 2010

Inspiración.

Ella se fue. Se marcho tan lentamente que no me di cuenta, desperté y solo estaba su silueta con mis ganas de abrazarle. Todos dicen que es mujer, yo no lo sé, pero es tan maravillosa, tan increíble y huele tan bien que debe ser mujer o al menos un ente femenino. Por eso estuve ausente, porque cuando ella no está, no tiene razón mi existencia, mucho menos sentido. Pensar y sentir son las grandes cosas que mueven el mundo, mi mundo.

Sacudimiento extraño
que agita las ideas
como huracán que empuja
las olas en tropel.

Murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder.

Deformes siluetas
de seres imposibles,
paisajes que aparecen
como al través de un tul.

Colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris
que nadan en la luz.

Ideas sin palabras,
palabras sin sentido,
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás.

Memorias y deseos
de cosas que no existen,
accesos de alegría,
impulsos de llorar.

Actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse,
sin riendas que le guíen
caballo volador.

Locura que el espíritu
exalta y desfallece,
embriaguez divina
del genio creador.

Tal es la inspiración.

Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro
y entre las sombras hace
la luz aparecer.

Brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel.

Hilo de luz que en haces
los pensamientos ata,
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit.

Inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir.

Armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás.

Cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal.

Atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción.

Raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga,
oasis que al espíritu
devuelve con vigor.

Tal es nuestra razón.

Con ambas siempre en lucha,
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio es dado
a un yugo atar las dos.


Sacudimiento extraño, poema de Gustavo Adolfo Bécquer.

Bien o mal, simpre hay que portarse.