lunes, 30 de noviembre de 2009

¿Qué rayos es la madurez?

¡Madurez!... ¿Qué rayos es la madurez? Supongo que hay una cantidad inmensa de teorías, libros, estudios filosóficos, psicológicos y de toda índole sobre el tema.

Mi pre
gunta no deja de ser constante, como constante es una idea que me ha atrapado desde hace mucho tiempo, cuando veía la película La vida es bella, un personaje, Guido dice un acertijo:

-“¿Qué es eso que si mencionas su nombre se destruye, ya no existe más”

La respuesta es: El silencio.

Es por eso pienso que expresiones como:

- Soy humilde

- Soy buena gente

- Soy un tipo maduro


son signos de vanidad, cinismo e inmadurez respectivamente. Lo paradójico (y frustrante del asunto) es que cuando hablo escribo ‘inmadurez’ cometo la misma falta que ahora mism
o estoy criticando, ¡demonios!


Prefiero quedarme con algunas ideas, una de mi amigo Totó que me dijo “El movimiento se demuestra andando” (Zenón de Elea) y Nicolás Alvarado que constantemente dice “Andando la carreta se acomodan lo melones”.

No me había dado cuenta que cuando estoy en combate “pienso”: “No mente, sólo veo y actúo”. A lo mejor la respuesta se encuentra precisamente en el actuar, o quiza en el pensar menos y actuar más.


Pórtense bien, y si pueden no piensen tanto, actúen.

martes, 24 de noviembre de 2009

No me gusta el Otoño

Confieso que no me gusta el Otoño. Es más triste que el Invierno. Las hojas secas abundan dondequiera, en el aire se respira un clima de ansiedad que muchas veces me desespera. Otras veces por más que trato de impedirlo, termina por deprimirme.

“¿Por qué?” es la gran pregunta, me gustaría saber la respuesta. En mi exploración encontré por fin algunas, mi mente es lega en estos asuntos y he tenido que recurrir a mis sentidos. No me gusta el Sol de Otoño porque no calienta. Es sólo una luz cobriza, que baña todo de nostalgia. De pronto veo por la ventana y me encuentro con un paisaje color sepia, como una foto el blanco y negro que se ha oxidado con el tiempo.

También confieso que viví en un pueblo que me trae muchos recuerdos. Muchos de ellos gratos y otros tan tristes como la luz amarilla, casi marrón de los postes de la calle en antaño. Esa luz me recuerda el rancio Otoño. El Otoño es la última estación del año. Podría pensarse que es el Invierno, pero esa no cuenta porque también es la primera del siguiente año. Cada vez que llega el Otoño me veo frente al espejo, y me veo más viejo –en realidad aun no lo soy- sin serlo. Siento que este round que dura un año ya está acabando, todo el cuerpo me duele y no he podido conectar un solo golpe a la vida.

La llegada del Otoño es como cuando cae la tarde-noche mientras voy manejando sobre la carretera en línea recta. En un lugar desconocido y con destino incierto. No tengo idea si mi camino es el bueno, es más, desconozco si mi velocidad es la correcta.

Miro a un lado y miro al otro. Nadie pasa junto a mi, y cuando pasan no se detienen, todos pasan y actúan como si los demás no existieran. Muchas veces me pregunto si yo hago lo mismo sin darme cuenta. Volteo mi vista a mi costado y más me duele que el lugar de copiloto esté vacio. Estiro mi brazo derecho y acaricio el asiento. Me siento incompleto, quizá que me falta algo y mi mano derecha insiste en encontrar ese algo en el asiento. Ella es fuerte, es necia, es como mi voluntad tozuda e inconsciente. Yo sé que no hay nada pero dejo que siga, no quiero destruir sus esperanzas porque también son las mías. A veces la ignoro y me apoyo en la otra mano, la que me mantiene en el camino.

No odio el Otoño. Lo quiero pero lo sufro el Otoño. Me duele, me frustra, me cansa. No sé por qué,… no se cómo.




Pórtense bien, espero de todo corazón que al menos ustedes disfruten del Otoño.