miércoles, 21 de octubre de 2009

La verdadera valentía

Epicentro
León Krauze

Tuvo que pasar casi una década, pero finalmente ocurrió: un gobierno panista tomó una decisión digna del momento histórico que llevó al partido al poder en el 2000. Porque no hay que engañarse: con aquellos memorables gritos de “no nos falles”, la multitud reunida para celebrar el triunfo de Vicente Fox no le pedía al primer presidente de oposición en 80 años que administrara el andamiaje corporativo del México priista. No le pedía que cuidara las formas con los sindicatos enquistados en engranes clave para el desarrollo del país. Tampoco que gobernara de puntitas, pensando primero en la popularidad que en el mandato del electorado. El de 2000 —y, en cierto sentido, el de 2006— fue un voto de cambio en el sentido más profundo de la palabra. La generación que llevó a Fox al poder escuchó hablar a sus padres del dolor del 68, vivió la perplejidad absurda de López Portillo en el 82 y vio el descaro priista del 88. Para el 2000, el país (o al menos el país de esos jóvenes) ya no podía esperar más: era virar o morir.


Por desgracia, México encontró, en Vicente Fox, a un hombre diametralmente opuesto a los que el electorado demandaba. A las primeras de cambio buscó las tablas. Nunca tuvo los pantalones para llegar a una sola decisión valiente. En el último par de años del sexenio confundió la valentía con una vendetta política de la peor calaña con la que no sólo no logró echar de la pelea a su principal rival político sino que lo fortaleció. Fox fue, por cobarde y terco, una desgracia. A Felipe Calderón quizá no se le puede acusar de lo primero. Pero el segundo adjetivo es otra cosa. Obsesionado con el mito de su propia ilegitimidad, Calderón ha buscado, como Fox, una salida negociada con el peor México: el del andamiaje corporativista del siglo XX. Pensó también que podía salir inmune de un sistema de complicidades no sólo indignas del propio Presidente sino de su partido. A final de cuentas, los costos públicos de su pacto con el SNTE han resultado mucho mayores que las ventajas electorales. En algún momento de 2009, el Presidente debe haber tenido una epifanía: la valentía sirve de poco si no se le usa para cumplir con el espíritu del mandato original del electorado.

Eso ha sido el fin de Luz y Fuerza del Centro. Ahora, el gobierno tendrá que evitar que el desenlace de la compañía de luz implique el crecimiento del monopolio de CFE y no la auténtica mejoría del servicio en el centro del país. Si la limpia en LFC da pie a un borrón y cuenta nueva, con una compañía que opere, con prontitud y amabilidad, en números negros, Calderón habrá dado el primer golpe de timón digno de la transición mexicana.

Pero si la vehemencia ha de ser realmente creíble, el gobierno calderonista deberá actuar —y pronto— contra al menos una de las otras estructuras indignas del México que se pretende construir en el siglo que aún comienza: el SNTE. Durante la semana pasada, el secretario de Gobernación concedió una larga entrevista a Carlos Puig en W Radio. Gómez Mont es claro e inteligente. Pero Puig lo puso a temblar cuando le preguntó si el gobierno tenía planeado hacer algo con el sindicato petrolero y, de manera crucial, con el sindicato de maestros. Ahí, Gómez Mont dejó de ser un hombre de convicciones para convertirse en un abogado experto en marañas retóricas. Según el sapo es la pedrada, le explicó —con lenguaje de la Escuela Libre de Derecho, claro— Gómez Mont a su interlocutor: “Hay procedimientos distintos para solucionar los problemas”. A otro perro con ese hueso. Es cierto que la situación financiera de Luz y Fuerza era tan claramente dramática que el gobierno sólo tuvo que soltar un par de cifras para convencer a la opinión pública. Pero nadie con dos dedos de frente puede negar el daño infinito que ha hecho a México el sindicato de la señora Gordillo. Si diablitos, apagones y descortesías son motivos para dar un golpe en la mesa, ¿qué merecen los trágicos resultados académicos de los niños mexicanos en casi todas las pruebas relevantes? Si fuera contable, ¿a cuánto ascendería el daño que infringen todos los días a la economía nacional esos cínicos que se dicen maestros dirigidos no por una cínica sino por un auténtico engendro de la realidad política mexicana? Seguro serían mucho más que los vergonzosos 40 mil millones de pesos de subsidio a Luz y Fuerza. Por definición, la valentía no es selectiva. O se es valiente o no se es. La pelota sigue estando en Los Pinos.

leon@wradio.com.mx
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Este texto fue publicado por León Krauze el Martes 20 de Octubre de 2009 en el Diario Milenio.
Dirección del artículo: http://impreso.milenio.com/node/8659881
Iba a publicar algo personal, pero al leer este artículo me di cuenta lo mucho que coincidía con mis ideas.

Pórtense bien.

2 comentarios:

reptilio dijo...

Listo David ya quedo el mail :D

por nada se iba a quedar de alguna de las sig formas te dejo las preliminares:

andresroemerfansclub@...
nosoyandresroemer@...
yopuedohablarcomolosdeladichosapalabra@
nopiensocontestarnada@
evitaenviarvirusyspam@


pero nos convencio el de el nombre del blog!

:D jajaja

ahi andamos para cualquier asunto y/o colaboracion!

Saludos ese!

reptilio dijo...

Este texto me genero una imagen mental de un post, deja lo hago de una vez.