Después de habla así, Zaratustra recordó las palabras del ermitaño del bosque, suspiró y dijo a su corazón:
“Es preciso que se más astuto y más prudente en la profundidad de mi corazón, debo ser como mi serpiente. Tal vez pido un imposible; pero ruego a mi orgullo que se acompañe siempre de mi prudencia, y si algún día mi prudencia se echa a volar, que al menos pueda volar con mi locura".
Fue así cómo empezó el ocaso de Zaratrustra.
Tomado de: Así habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche (1883-1885)
Debo tomar mi vida más en serio. Aferrarme a ella como si realmente la amara y abrazarme a la muerte cada vez que entre en combate. Ya no puedo morir, estoy condenado a vivir, la inmortalidad no es precisamente algo maravilloso. O se tiene eternidad o se tiene vida, pero no existe la vida eterna.
Tuve que elegir para saberlo, ahora tengo que entenderlo.